Lo más sorprendente del cangrejo ermitaño no es tanto que lleve la casa a cuestas, algo que también hace el caracol, sino el hecho de que esta casa no es la suya propia. En efecto, este curioso cangrejo tiene un esqueleto externo muy blando, y por lo tanto carece de una coraza externa que lo proteja. Nada más nacer, para proteger su abdomen desnudo, el ermitaño busca la concha de un molusco gasterópodo muerto; luego enrolla su abdomen en la espiral; a continuación, y con la ayuda de la pinza especial situada en el apéndice abdominal del lado izquierdo, se agarra a la columela (pliegue de la concha) central de la concha. Conforme van creciendo, estos crustáceos se ven en la necesidad de mudarse a conchas de mayor tamaño.
Las verdaderas respuestas insólitas, pero indiscutibles sobre el mundo.
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