Los desiertos son como son porque esas zonas del planeta tienen unas características geológicas que impiden la lluvia. Para ser considerada desértica, una región debe recibir una precipitación inferior a 250 milímetros de lluvia al año; pero en realidad los desiertos que nos vienen a la mente reciben bastante menos agua: en el Valle de la Muerte del oeste de Estados Unidos, por ejemplo, no caen más de 50 mm anuales, en las zonas más áridas del desierto chileno de Atacama no se recuerda que haya llovido jamás. Esa escasez de lluvias propia de todos los desiertos puede tener diversas causas. Hay desiertos, como el Gobi, en Asia central, que lo son porque se hayan tan alejados de cualquier mar que el aire que les llega carece por completo de humedad.
Por su parte, los desiertos africanos del Sahara o los de Australia, que son los mayores del mundo, están situados en zonas de presión atmosférica permanentemente elevada, de modo que las masas de aire seco que descienden desde las alturas no contienen ninguna humedad.
Por su parte, los desiertos africanos del Sahara o los de Australia, que son los mayores del mundo, están situados en zonas de presión atmosférica permanentemente elevada, de modo que las masas de aire seco que descienden desde las alturas no contienen ninguna humedad.
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