Cuando el perro fue un animal salvaje, en el pasado, mataba a presas mayores de lo que puede consumir en una comida. Para evitar que los carroñeros se comieran los restos, los enterraban en un sitio seguro: bajo tierra. Este comportamiento ha sido heredado, generación a generación, por todos los perros. Si nos parece extraño es porque se trata de una acción instintiva que ha perdido su utilidad, ya que no existe el menor peligro de que le arrebaten el hueso.
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